viernes, 2 de diciembre de 2011

Rosario Castellanos

Rosario Castellanos
Nace en México el 25 de mayo de 1925 y muere en Israel en 1974. Desde pequeña vive en Comitán, Chiapas, donde estudia hasta segundo de secundaria. Regresa a la capital a los dieciséis
años e ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras para graduarse de maestra en Filosofía en 1950. Viaja a España y visita algunos países. A su regreso trabaja en el Instituto Mexicano de Ciencias y Arte y dos años después recibe la beca Rockefeller de poesía y ensayo. Más adelante colabora en diferentes centros y en revistas, periódicos, suplementos culturales con cuentos, ensayos, crítica literaria, etc.


En su producción literaria los textos que más destacaron son los siguientes: Apuntes para una declaración de fe (Eds. América, Revista Antológica, México, 1948), De la vigilia estéril (Eds. América, México 1950), Poemas 1953-1955 (Col. Metáfora, num. 6, México, 1957), Lívida luz (UNAM México, 1960), entre otros. En relato el libro que más destacó fue: Los convidados de agosto (Col. Letras Latinoamericanas, num. 4, Eds. ERA, México, 1964). Algunas de sus novelas son: Balun-Canan (Col. Letras Modernas, num. 36, FCE, México, 1957) y Oficio de tinieblas (Ed. Joaquín Mortíz, México, 1962) que mereció el premio "Sor Juana Inés de la Cruz". También escribió varios ensayos, así como prólogos a algunos libros.





Pero soy el olvido, la traición




el caracol que no guardó del mar




ni el eco de la más pequeña ola.








En su poesía se encuentra, vive su condición de mujer; es un tema que recorre el total de su obra pero siempre trenzado con otros, tensado con otros.

A través de esta búsqueda Rosario se descubre y se enfrenta como mujer. Durante toda la lectura de sus poemas se percibe un oleaje de solitario, una soledad en donde la celda forzará la condición de poeta; la ironía de ser todo poeta, de pasar más allá de sus celdas y sus muros, de escribir varios libros en que ella era y al vivirlo decir: Poesía no eres tú. O como en algún nocturno:

No es posible sino soñar, morir,
soñar que no morimos,
y, a veces, un instante, despertar.

Otro motivo que hacen de Rosario Castellanos un poeta violento, crudo, y a veces irónico, es ese juego (duelo y dualidad) del amor y la muerte, soledad de ella misma en relación contínua con el "otro", posibilidad de su amor que es espejo y sombra. Un eco inalcanzable será conclusión en varios de sus poemas.

Sin embargo, esto no hará de Rosario una poeta difícil, oscura y oculta. Su modo de adjetivar, sus metáforas son como se llama alguno de sus poemas: "Lo cotidiano". Ella no necesita salir de su transcurrir callado para hacernos ver, a través de su poesía, un todo que se fragmenta y se reúne continuamente:

Porque la realidad es reductible
a los ultimos signos
y se pronuncia en solo una palabra

La relación entre la muerte y el amor cambia de poema a poema. A veces los enfrenta, y el amor es la eternidad redimida: "Entre la muerte y yo he erigido tu cuerpo"; a veces van unidos: "Matamos lo que amamos/lo demás/no ha estado vivo nunca". El amor es la salvación como en "Limite" o la perdición: más que derrota, el desamparo".

El poema "A la mujer que vende frutas en la plaza" es uno de los pocos logrados de ese libro en el cual Rosario Castellanos trata de dar un giro a su poesía y se acerca a aquello que podemos llamar "un otro" ajeno y al cual casi nunca, en El Rescate del Mundo puede rescatar; el mundo, visto desde este ángulo "costumbrista" se mantiene lejano. Sólo cuando se acerca a la persona (en este caso a la mujer, no a la fotografía) logra hacer poético este mundo, logra de verdad rescatarlo:

Tendrías que cantar para decir el nombre
de estas frutas, mejores que tus pechos.

Cuando inserta su mundo personal, su prisión, logra hacer vividos sus poemas: Y es ahí donde la mujer está presente en toda la dimensión del poeta (en este caso coinciden): volviendo al poema reconocemos en la siguiente cita la coincidencia que hay entre Rosario, el poema y la mujer en continua e infinita soledad:

Y llevas a sentarte entre las otras
una ignorante dignidad de isla

Rosario enfrenta su soledad al mundo. La ironía aparece en el momento en que ella está más desamparada y se siente desierto, "piedra congelada" y el amor ya no es un mundo aparte del mundo sino está inserto en él, la realidad se lo ha robado. El "limite" es ahora la ironía y bajo ella la desconfianza viene al mundo y al poema. Este gesto cruel la mutila y el poema se vuelve un parto que comienza después del punto.

Su primer poema "Apuntes para una declaración de fe" es el fantasma que va a estar presente en un ir y venir, esconderse e ilustrarse durante toda su obra. Estos apuntes serán en sus últimos poemas, trazos firmes en los que su búsqueda se convertirá en un conocimiento. Sus poemas ya no serán más proposiciones o preguntas. Otro aspecto que recoge su obra, dejando cimiento sólido en el lector, es el tratamiento (poético) de su realidad. Nos referimos a la habilidad para el manejo de ciertos temas que se repiten; las analogías de una muerte vivida desde la raíz, desde el momento de nacer: "Porque los niños surgen de vientres como ataúdes/y en el pecho materno se nutren de venenos". A partir de lo anterior, las metáforas y las imágenes en Rosario Castellanos se convierten en un aguijón que hace al lectir detenerse en el poema, llenándose de un nuevo veneno que lo embarca en una agonía clara y sola.

Rosario Castellanos, como poeta va más allá de un mero enunciar el mundo, se sumerge en él y se rebela utilizando sus mismas armas. Hay que verla por lo tanto, como un poeta de este siglo que además es mujer.

Profr. Eduardo Vázquez Piña.